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Prudencia Parte 1: La Madre Virtud


Cuando se trata de practicar la prudencia, debemos comenzar por comprender qué es y su importancia para nuestro desarrollo y convertirnos en personas virtuosas. Para llegar a ser una persona virtuosa, debemos buscar ser buenos y hacer el bien, y la prudencia es la virtud esencial para la adecuada formación de nuestra conciencia. La prudencia es considerada la "Virtud Madre", porque se desangra en todas las demás virtudes. Es la virtud por la que buscamos reconocer cuál es nuestro deber moral, la voluntad de Dios y los buenos medios para cumplirla. Una persona verdaderamente prudente no solo busca lo que es bueno sino que hace lo que es bueno. Para que seamos justos y vivamos una vida de caridad, necesitamos practicar la prudencia.


La prudencia es cuando una persona reúne información para evaluar una situación. El individuo sopesa los posibles resultados, ya sean favorables o desfavorables, y toma una decisión sobre la cual actuar. La prudencia permite considerar cuidadosamente el asunto antes de tomar cualquier decisión y de acuerdo con los estándares correctos, lo que es verdadero y bueno. La virtud de la prudencia requiere tanto el intelecto como la acción; donde podemos entender una situación completamente y ser guiados por nuestra propia voluntad y razonamiento para elegir un curso de acción. En última instancia, al desarrollar esta virtud, podemos ver con mayor claridad lo que nos esforzamos por lograr y la mejor manera en que podemos lograr ese objetivo.


Un problema muy común que vemos con prudencia en el día de hoy es cómo se deforma esta virtud para enfocarse en lograr medios egoístas y buscando servir a la propia disposición. La mayoría de las veces, esto se convierte en una mentalidad psicológica de la que la mayoría de las personas no se dan cuenta en el momento en que lo están haciendo. Más bien, se convierte en un mal hábito que tratamos de justificar como prudente cuando en realidad es todo lo contrario.


¿Cómo puede una persona ser prudente cuando toma la decisión de creer o actuar de cierta manera, basándose únicamente en su opinión o en cómo prefiere que sean las cosas sin tener en cuenta la verdad? ¿Dónde están el razonamiento y los hechos? ¿Dónde está el conocimiento y la verdad? ¿Dónde está la apertura mental?


Para desarrollar la virtud de la prudencia, primero debemos reunir la información necesaria sobre la situación que estamos analizando para distinguir entre hecho y opinión. Pero, es mucho más fácil decirlo que hacerlo en el mundo de hoy, donde muchos se guían en su juicio por una percepción distorsionada de la realidad o una falta de comprensión de la verdad. Muchas veces la imprudencia nos lleva por la madriguera del conejo. La imprudencia consiste en la precipitación, la irreflexión y la incoherencia. En otras palabras, es cuando no nos tomamos el tiempo o no tenemos la mente abierta para evaluar una situación por lo que realmente es y tomar la decisión que mejor se adapte a nuestro favor. Aquí nos estamos dejando llevar por nuestras pasiones y nuestras preferencias, no por lo correcto o por la verdad. Creamos fácilmente esta ilusión de lo que creemos que deberían ser las cosas sin tener en cuenta la realidad, sin tener la mente abierta a otras posibilidades e incluso buscando el verdadero significado detrás de algo. Al permitir que la imprudencia guíe nuestro juicio, nos volvemos cerrados, perezosos, egoístas, poco prácticos, negligentes y poco realistas.


Para que una persona sea prudente, debe tener los motivos correctos, que es el deseo de tomar una decisión que sea coherente con la acción que realiza para lograr una meta. Además, esa meta que buscan lograr debe estar alineada con lo que es correcto y cuál es la voluntad de Dios. Al comprender completamente qué es la prudencia y su importancia para desarrollar nuestra conciencia, podemos comenzar a aprender cómo podemos desarrollar la prudencia en nuestra vida diaria.

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