Es necesario en aras de una sociedad mejor que los individuos aprendan a tener una relación fructífera con quienes los rodean, en primer lugar, con los miembros de su familia. Esos mismos miembros de su familia son también un vecino, un vecino con el que son más íntimos y reales. Esos vecinos merecen y necesitan la mejor relación social que pueda existir dentro de un hogar porque ellos también se están desarrollando y aprendiendo a interactuar con los demás. Si esa relación se da por sentada y no se alimenta adecuadamente, entonces no crecerá tan sólidamente como debería y la sociedad cosechará las consecuencias de las enseñanzas recibidas dentro del hogar. Es un Efecto Dominó;una vez que una relación pierde fuerza, otra la seguirá.
Pero, ¿cómo comenzamos a nutrir las relaciones con los miembros de nuestra familia?Comienza primero identificando nuestro propio estilo personal o más bien quiénes somos como individuos. Como seres humanos, necesitamos estabilidad emocional, un sentido de pertenencia y un sentido de identidad. En última instancia, estos tres componentes hacen que una persona se sienta segura y protegida, lo que le permite ser su verdadero yo. Para que esto suceda es necesario que haya una base sólida que nos permita crecer personalmente, hacer crecer nuestras raíces. Aquí es donde una familia nos ayuda como individuos a echar esas raíces que nos permitirán crecer y donde seguiremos creciendo más adelante en la vida. Como se mencionó anteriormente, la confianza es un gran aspectos que contribuye a que nos sintamos seguros y protegidos en casa.
Esto comienza en el momento en que venimos a este mundo donde dependemos de nuestros padres para que nos brinden el cuidado y la protección que necesitamos para sobrevivir. Imagina cómo un bebé que está aprendiendo a caminar se cae por primera vez y se asusta con el impacto inicial de golpearse la cabeza contra el suelo. Mientras llora, busca consuelo en su madre o padre, controlando lentamente su llanto y calmándose. También está el ejemplo de un padre que lanza a un bebé al aire y el bebé se ríe en lugar de llorar de miedo, confiando en que cada vez que descienda, papá estará allí para atraparlo. Estos dos ejemplos muestran cómo aprendemos a una edad tan temprana a confiar en nuestra familia a través de tantos pequeños momentos en los que probamos o experimentamos esa confianza. A medida que crecemos, también crece la confianza dentro de nuestra familia inmediata, lo que fomenta la unidad y el amor entre los miembros de la familia. Esos sentimientos de amor, aceptación y seguridad contribuyen a un ambiente positivo que permite que nuestro estilo personal crezca porque no hay restricciones que nos impidan ser y sentirnos como somos.
Ahora nuestro estilo personal se formará en base a muchos de los diferentes valores que descubrimos dentro de nuestro hogar a medida que crecemos. Las cosas que aprendemos de nuestros padres como el bien del mal, los modales, el respeto, la amabilidad, son algunos ejemplos de las cosas que influyen en los valores que establecemos para nosotros mismos. Esos valores se transferirán a estándares y virtudes dentro de nuestro carácter que se convertirán en parte de nuestra identidad personal y, en última instancia, nos guiarán sobre cómo actuaremos con quienes nos rodean. Así es como aprendemos a interactuar con los demás y cómo desarrollamos nuestra propia forma de tratar a los demás. Al igual que el efecto dominó, si aprende buenos valores y desarrolla virtudes sanas por lo que experimentó en el hogar, entonces repetirá esos mismos valores y virtudes con todos aquellos con los que forme una relación, ya sea que sean parte de su familia o no.
Pero esto es solo el comienzo de cómo podemos desarrollar relaciones enriquecedoras con nuestra familia. También tenemos que desarrollar los diferentes aspectos de nuestro núcleo interno y personalidad si realmente queremos tener relaciones fructíferas con los demás. Tenemos que empezar por conocernos a nosotros mismos, entendiendo cuáles son nuestras cualidades y defectos. Después de que entendamos cuáles son, podremos aprender cómo podemos mejorarlos y formar cualidades más fuertes y aprender a reconocer cuando cometemos nuestros defectos. En segundo lugar, debemos aprender a autodiscipularnos a nosotros mismos mediante la práctica constante que nos permitirá no solo tener un autocontrol más fuerte sino también un carácter más humilde. Finalmente, debemos buscar servir a los demás y ponernos a nosotros mismos y nuestras necesidades en segundo lugar. Estos tres aspectos solo pueden lograrse a través del crecimiento de las virtudes humanas, lo que requiere práctica constante y dedicación a la forma. Pero sin la familia, lograr estas virtudes sería mucho más difícil, por lo que debemos crecer para comprender qué son las virtudes humanas y cómo la familia juega un papel vital en el desarrollo de las virtudes de un individuo.
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