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La base de las virtudes humanas

Las virtudes humanas son esencialmente buenos hábitos creados por nuestro intelecto y voluntad que rigen nuestras acciones y nos guían para actuar de acuerdo con la razón y la fe. Para obtener estas virtudes se requiere esfuerzo y dedicación. Como cualquier hábito, se necesita tiempo para crearlo y debe practicarse en una ocasión regular para que ese hábito se convierta en una segunda naturaleza. Cada uno de nosotros necesita tener una comprensión de lo que son las virtudes humanas y desarrollar una base sólida donde podamos continuar agregando más virtudes y crear una estructura sólida que nos permita prosperar como individuos. Para ello veamos primero la base de todas las virtudes;virtudes teologales y virtudes cardinales.


Las virtudes teologales vienen directamente de Dios, un don que se nos ha dado y que se pone directamente en nuestra alma y nos ayuda a actuar como hijos de Dios. Las tres virtudes teologales son la fe, la esperanza y la caridad. Estas tres virtudes son los pilares que sostienen todas las demás virtudes, sin ellas, las otras virtudes se volverían demasiado débiles para sostenerse y caer. La fe es la virtud por la cual creemos en Dios y en todo lo que nos ha dicho y revelado. La esperanza es la virtud por la cual nuestro deseo por el reino celestial y la vida eterna llena nuestra vida de felicidad al poner nuestra confianza en las promesas de Cristo. La caridad es la virtud donde amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Estas tres virtudes nos son dadas desde el momento en que somos creados, pero tenemos la opción, el libre albedrío, de vivirlas en nuestro corazón y en nuestra vida. Se nos dan como una herramienta que llevamos en nuestra caja de herramientas y que se necesita para ayudar a hacer reparaciones de todo tipo. Ninguna tarea se puede arreglar sin esta herramienta, sin importar cuántas otras herramientas intente usar. Por eso, porque estos son los pilares sobre los que se sustentan el resto de las virtudes, las herramientas esenciales, nos corresponde a nosotros mantenerlas y cuidarlas. Pero cómo hacemos esto; viviendo las tres virtudes teologales. Vivir estas tres virtudes no significa simplemente comprenderlas, sino mostrarlas y profesarlas. Necesitamos compartirlo con los demás, en primer lugar, con los más cercanos a nosotros. Cuando abrazamos el don que nos ha sido dado, llenamos nuestro corazón de tanto amor y alegría, como también creamos una base sólida donde podemos fomentar más buenos hábitos o virtudes humanas.


Las virtudes humanas son virtudes que adquirimos a lo largo de nuestra vida, es decir, el hombre puede adquirirlas a través de su esfuerzo. Estas virtudes, en última instancia, ayudan a un individuo a mejorar como persona y lo llevan a vivir una vida moralmente buena. Entre las virtudes humanas, están las virtudes cardinales que son las cuatro virtudes en las que se agrupan todas las demás. Estos cuatro son la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza.


La prudencia es la virtud donde uno reúne información para evaluar una situación, sopesando las consecuencias favorables y desfavorables para uno mismo y para los demás antes de tomar una decisión. La virtud de la prudencia consiste en analizar cuidadosamente cada situación buscando los hechos, buscando la verdad y tomando una decisión que busque hacer el bien. La justicia es la virtud moral que se esfuerza por dar a los demás lo que les corresponde, respetando los derechos de cada individuo, para que puedan cumplir con sus deberes. Esta virtud asegura que nos respetemos unos a otros, y las diferencias de cada uno, para que todos podamos tener la libertad de actuar y actuar como creemos que debemos hacerlo. La justicia tiene que ver con la paz, o mejor dicho, la paz es el resultado de la justicia porque la práctica del respeto de la sociedad permite que los demás cumplan con sus deberes de acuerdo con su mejor juicio. Pero con la justicia hay que recordar que para buscar la verdadera justicia, que es la que es buena y moralmente justa, hay que buscar la verdad.


La fortaleza es la virtud que nos asegura permanecer firmes en los momentos difíciles y permanecer constantes en la búsqueda del bien. Nos fortalece para resistir las tentaciones y vencer los obstáculos que buscan desfigurar nuestra vida moral. La fortaleza le permite a uno vencer sus miedos permitiéndole enfrentar las pruebas que pueden ocurrir a lo largo de su vida. Debido a que nos esforzamos por mejorar en nuestro carácter, para finalmente buscar hacer el bien, la fortaleza permite que una persona resista valientemente lo que está mal y defienda lo que está bien. La templanza es la virtud moral que ayuda a moderar nuestra atracción por los placeres y asegura que haya un equilibrio dentro de nuestras vidas de las cosas que nos rodean. Una persona que practica la templanza es aquella que puede orientar sus apetitos y deseos hacia lo que es verdaderamente bueno y no se deja dominar por esas pasiones. En lugar de convertirnos en esclavos de nuestras pasiones y deseos, nos convertimos en el amo y podemos controlar esas tentaciones y actuar solo en las que son moralmente buenas.


Cuando comprendemos la profundidad y complejidad de las virtudes, empezamos a ver el valor que poseen para ayudarnos a crecer interior y exteriormente. Cuando nos esforzamos en practicar estos buenos hábitos, se vuelven parte de nosotros. También se convierten en parte de la forma en que compartimos y amamos a los demás, cómo cultivamos las relaciones y cómo ayudamos a los demás a crecer. Las virtudes están mucho más arraigadas en nuestra naturaleza de lo que creemos porque nos han sido dadas como herramientas para guiarnos en el crecimiento como hijos de Dios. Pero estas herramientas están hechas para ser usadas y mantenidas, si no, se oxidarán por negligencia y, en última instancia, nos oxidaremos.


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