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Crear espacios íntimos



Dentro de nuestros hogares, es importante que reconozcamos que hay dos tipos diferentes de espacios, íntimos y comunitarios. Cada uno de estos es esencial en un hogar, pero equilibrar dónde pertenece cada espacio puede ser un poco complicado. Vemos cada vez más que algunos espacios comunes se están convirtiendo en espacios íntimos, y que cada miembro de una familia está aumentando su radio personal y se vuelve más territorial, restringiendo lentamente las áreas en las que una familia se une a solo unos pocos pies cuadrados. Echemos un vistazo a algunas formas en que podemos permitir que más áreas de nuestro hogar se conviertan en espacios donde podamos crecer como familia y qué espacios están destinados a ser privados y pacíficos.


Crear un espacio íntimo tiene mucho que ver con construir un ambiente sereno y pacífico. Estos espacios permiten que exista el silencio y la tranquilidad en un hogar, lo que permite que los miembros de la familia tengan un escape preciado del ajetreo y las partes más activas del hogar. Dentro de estos espacios tranquilos, creamos un ambiente que respeta el silencio y la quietud que se necesita para aquellos que buscan un oasis de tranquilidad. El estudio o la biblioteca familiar, el espacio de trabajo de los niños, el dormitorio principal y el baño son espacios íntimos que requieren que entendamos no solo el ambiente tranquilo que se necesita, sino también los límites que debemos respetar.


Cada una de las habitaciones de una casa tiene una característica y un propósito distintos, y dentro de nuestras familias, debemos esforzarnos por usarlas para lo que están destinadas a ser. Esto no quita que en alguna ocasión no podamos romper un poco la norma y cenar en el salón. Pero si convertimos eso en un escenario todas las noches, entonces nos negamos a nosotros mismos y a nuestras familias un tiempo íntimo entre nosotros que se puede compartir en el transcurso de una comida. Por eso es importante recordar que cada habitación tiene un propósito y que debemos respetar cada espacio dentro del hogar porque cuando lo hacemos, podemos respetar a las personas que habitan en esos espacios.


El dormitorio principal es una habitación que requiere respeto y silencio. Esta habitación es el refugio para que mamá y papá se relajen y se relajen del trabajo pesado de sus responsabilidades diarias. Es un lugar donde pueden buscar la soledad y el silencio para la reflexión personal y tiempo para despejar la mente. Pero esta habitación también es un espacio que requiere respeto, pues permite la intimidad que tanto se necesita en un matrimonio. Tener un lugar tranquilo y privado donde los padres puedan conversar, relajarse y vincularse como pareja es fundamental para garantizar que la relación se nutra y pueda mantenerse saludable. La privacidad para la madre y el padre de un hogar es fundamental y se debe enseñar a los niños a respetar ese límite, así como a practicar cómo comportarse de una manera que permita que ese espacio íntimo permanezca tranquilo. Esto es tan simple como enseñar a los niños que si quieren meterse en la cama contigo temprano en la mañana, que lo hagan en silencio para no molestar al otro padre que está dormido. O tal vez, enseñándoles a tocar y esperar a que alguien los abra. Esto se aplica a cualquier dormitorio de la casa. Aprender a respetar la privacidad de los padres como pareja puede comenzar a una edad tan temprana y permitir que los niños aprendan sobre los muchos límites que existen dentro de un hogar y que existen dentro de diferentes tipos de relaciones.


Una nota importante es que no todos los espacios íntimos son iguales. El dormitorio principal requiere la mayor privacidad, mientras que la habitación de un niño es un espacio que estaría menos restringido. Es importante que los padres respeten los límites personales de sus hijos, pero la habitación de sus hijos no debe convertirse en algo estrictamente prohibido. Vemos hoy que muchos niños, especialmente adolescentes, prohíben a sus padres entrar a sus habitaciones. La puerta siempre está cerrada y bloqueada, y uno de los padres primero debe pedir permiso para poder entrar. A veces, cuando hay discusiones o incluso discusiones, un niño llega a echar a sus padres de la habitación. ¿Han olvidado quién paga realmente por ese dormitorio? Los padres deben respetar la privacidad de sus hijos y permitirles tener un espacio en el que puedan relajarse y descansar. Pero nunca debe llegar al punto de que cuando un padre necesite entrar en la habitación de su hijo, no pueda hacerlo sin permiso escrito. Los niños deben aprender que su espacio íntimo dentro de la casa de sus padres es un lujo y que deben ganarse a través de la confianza y el respeto. Esa privacidad puede ser arrebatada fácilmente si demuestran que no son aptos para tenerla.


La verdad es que toda la casa es un espacio íntimo, pero cada habitación tiene un nivel diferente. Debemos respetar la privacidad que se pide a otro miembro de nuestra casa cuando busca tiempo a solas. Pero no podemos permitirnos convertirnos en individuos que buscan pasar más tiempo a solas que con nuestra familia. Es un acto de equilibrio. Si un niño necesita estudiar, sus hermanos deben aprender a respetar la privacidad que necesita para leer sus libros, ya sea en su dormitorio o en la biblioteca. Si mamá y papá están discutiendo en su dormitorio y la puerta está cerrada, los niños deben saber esperar hasta que salgan o llamar a la puerta si el asunto es urgente. Respetar cuando otros usan el baño puede ser uno de los momentos más difíciles porque es la habitación privada más compartida de toda la casa. Sin embargo, un golpe silencioso y tranquilo versus un golpe en la puerta es cómo podemos respetar a quienes están usando el baño. Se convierte en una forma amable y respetuosa en que los miembros de una familia comparten espacios íntimos y privados y aprenden a respetar la privacidad que buscan los demás.


Una vez que identificamos los espacios íntimos, podemos ver dónde somos más propensos a vincularnos como familia. La cocina es quizás el lugar más común dentro de una casa porque es donde partimos el pan juntos. Con cada comida viene la conversación y el tiempo para vincularse con una comida que probablemente fue creada por esos mismos miembros dentro del hogar. Permite el crecimiento y la reflexión además de aprender a compartir. Aprendemos a compartir no solo nuestra comida, sino también sobre nosotros mismos, nuestras metas y aspiraciones. En estos momentos convertimos un espacio comunitario en un espacio familiar íntimo donde crece el amor. Así es como debe ser y podemos encontrar muchas otras partes de nuestro hogar que hacen lo mismo, como la sala de estar, el patio trasero o la sala de juegos. Cuando aprendemos a compartir los espacios comunes con quienes convivimos, permitimos que crezcan relaciones más profundas a través de los momentos que se comparten y el respeto que se nutre.


Los espacios comunes que compartimos con los demás pueden convertirse en espacios íntimos que nos unen como familia, pero solo cuando ponemos a los demás por delante de nosotros. Cuando interactuamos con otros en esos espacios, debemos recordar que no estamos solos y tener en cuenta cómo las cosas que decimos y hacemos pueden afectar a los que están en la misma habitación. Si está entrando a la cocina y alguien está hablando por teléfono, no grite y tenga en cuenta que está conversando con otra persona. Si estás viendo una película y tu hermano está estudiando en la habitación de al lado, quizás mantengas el volumen bajo. Si está acostado en el sofá y alguien entra buscando un asiento, sentarse y compartir el sofá es una de las muchas maneras en que uno puede ser considerado con aquellos que comparten los mismos espacios comunes. Cuando somos considerados y conscientes de quienes nos rodean, no solo compartimos los espacios comunes como debe ser, sino que los convertimos en espacios familiares íntimos que nos permiten acercarnos y fortalecernos juntos. Cuando lo hacemos, podemos tener relaciones más íntimas con los miembros de nuestra familia.


Estas enseñanzas y prácticas que exhibimos todos los días nos siguen en tantos otros aspectos de nuestras vidas. Cuando aprendemos a interactuar con otras personas en nuestro hogar, es más probable que exhibimos las mismas virtudes y hábitos con otras personas fuera del hogar, como nuestros compañeros de trabajo, compañeros de equipo, compañeros de cuarto de la universidad, futuros cónyuges, amigos e incluso los invitados que invitamos a nuestra casa. La humanidad no está destinada a vivir sola, tenemos que hacer el esfuerzo de respetar los límites y la privacidad de aquellos con los que vivimos cuando lo piden y cuando lo pedimos para nosotros mismos. Pero no debemos dejar que la soledad se convierta en la norma, debemos buscar constantemente crecer en la intimidad con los de nuestro hogar creando esos espacios íntimos y respetando las áreas comunes donde creamos una familia más fuerte que en definitiva se nutre del amor.

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